En medio de un panorama de violencia persistente en el centro de México, el Cártel de Santa Rosa de Lima (CSRL), una organización surgida en Guanajuato enfocada originalmente en el robo de combustible, ha logrado reconfigurar sus relaciones con otras poderosas agrupaciones delictivas; según fuentes de seguridad, esta red criminal ahora mantiene contactos estratégicos con el Cártel de Sinaloa y el Cártel del Golfo, movimientos que buscarían contrarrestar la expansión del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) en regiones clave.
Aunque se había pronosticado la desaparición del CSRL tras la detención de su fundador, José Antonio Yépez Ortiz, conocido como El Marro, en 2020, informes recientes revelan que la organización ha recuperado fuerza territorial en diversos municipios de Guanajuato, como León, Celaya e Irapuato, donde se concentra buena parte de la disputa por el control de ductos y rutas de transporte de combustibles ilegales.
Analistas de seguridad señalan que esta nueva fase de colaboración entre carteles responde a una lógica pragmática: ni el CSRL ni sus aliados tradicionales cuentan con la capacidad por sí solos de frenar el crecimiento del CJNG, considerado uno de los grupos con mayor presencia armada y número de homicidios en el país.
También te podría interesar: Cuerpos hallados en Acapulco podrían pertenecer a estudiantes desaparecidos
Además de pactar con el Cártel de Sinaloa, el CSRL ha estrechado lazos con células vinculadas al Cártel del Golfo y otras facciones locales, como Los Viagras y Los Escorpiones, con el objetivo de crear una red de apoyo y logística que compita con la estructura del CJNG. Estas alianzas, sin embargo, también han generado una fragmentación interna y una tendencia a la violencia armada en diversas zonas rurales y urbanas de Guanajuato.
Autoridades federales han advertido que el fortalecimiento de estas alianzas podría redundar en un ciclo de violencia similar al observado en otras partes de México, donde cárteles rivales han escalado sus enfrentamientos por plazas estratégicas, rutas de tráfico y negocios ilícitos que van desde el robo de combustible hasta la distribución de drogas sintéticas.
Este reacomodo en el mapa criminal se produce en un contexto donde las fuerzas de seguridad enfrentan desafíos crecientes para contener la violencia, y donde las alianzas entre organizaciones delictivas pueden modificar de forma sustancial las dinámicas delictivas en el país.
Fuente: Milenio